viernes, 4 de abril de 2008

Un aliento diario


Nuevamente la noche estaba clara, pero ahora el Alma tenía nubarrones delirantes.

La calma de los sentimientos habían dado paso a la turbias aguas de la inseguridad, de los miedos, de los temores recónditos.

Eran seis años que habían sido de entrega, de construir sueños, de apostar por nuevos mundos, de la pregunta diaria religiosa : ¿debo seguir?

La respuesta siempre había sido afirmativa, siempre había esa luz que brillaba en los ojos, sin dudas, sin murmuraciones.

Pero ahora todo había cambiado. La noticia recibida, las palabras dichas cambiaban el Shangri-La del Alma.

Y ahora era necesario tomar nuevas decisiones, dejar el presente de ayer y el pasado de hoy.

Había que partir. Había que dejar los sueños. Había que aprender nuevamente.

Seis años, 72 meses, una gran inversión de tiempo, pero era necesario el retorno.

Son las 15:30 en Moscú, hace frío, y los viejos Aeroflot-Russian International Airlines empiezan a recibir a los pasajeros que dejan el Aeropuerto Sheremetyevo, a una hora de la capital rusa.

Miro la ventanilla, y sí extrañaré la Ciudad-Madre, la Maskvá, la eterna blanca de mi corazón. La familia y los negocios en Lima, llamán. Hay que partir a la tierra que me vio nacer.

Y sólo queda decir “Desde Rusia, con Amor”.

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