martes, 8 de abril de 2008

Angel Caído


Por qué se cayo? – preguntó Ratín, mirándome fijamente a los ojos.

Creo que en algún momento se desvió del camino recto y angosto de la Vida – respondí ceremoniosamente.

Ahhhh – exclamó, sin entender lo que le había dicho.
No te puedo entender, no hables en lenguajes que no comprendo – volvió a comentar.

Esta bien, te contaré la historia, tal como me fue referida hace mucho tiempo – le respondí.

El Ángel Caído había nacido en el Cielo. Y su función había sido la de ser vigilante y anunciador de las buenas nuevas.

Era un Grigori, pero no había caído a la Tierra como sí lo hicieron los 200 restantes ángeles excelsos que nos habla el relato de Enoc.

Sus cualidades no eran como las de Mikha-El, Gavri-El, Rapha-El, Barach-El, Selaph -El, Jegudi -El, Uriel, las Siete Estrellas del Cielo, pero era un Malakh elegido para ser parte de la construcción de nuevos Mundos.

Pero su camino un día se trozó y varió. Ello sucedió cuando halló a Dolos y a Apate, dos daimones que habían sido Grigori y que habían caído del Cielo junto a Samael, Azazel, Semyazza entre otros.

Y mucho antes que el de Tarso escribiera Corintios 1:13, el Ángel Caído había quebrantado la palabra como Mensajero de Vida. Y es así como decidió caer a la Tierra y como cuenta la tradición: “pasando a morar entre los hombres acompañado casi siempre de los pseudólogos”.

¿ Pseudólogos?, ¿Qué es eso? – pregunto Ratín

Son los espíritus de las mentiras – respondí. Cada vez que uno miente es por que la sombra de Dolos está en tus pies y él es quien guía tus pasos – le detalle más.

Ahhhhhh – exclamó asombrado mi pequeño amigo.

Y el Malakh caído a la Tierra, mucho tiempo vivió de esa forma.
Su espada de luz había marcado a quienes muchas veces se acercaron a él por la simpatía que irradiaba, por su optimismo, por su inteligencia, por su osadía, por la amistad inicial que brindaba. Por su mirada miel y sus silencios amables.

Pero él, aún mantenía el brillo del Cielo en sus ojos, o mejor dicho aún el brillo perdura a pesar del camino desandado – fue lo que le dije a Ratín.

Ahora el Ángel sabe que debe cambiar, y si bien lo ha intentado setenta veces siete aún no es suficiente.
Aún tiene marcados los 6, el número del Hombre, en su existencia.

Es difícil vivir en el Mundo, es difícil llegar a ser Humano – un día escribió sobre la laguna donde lloró tristemente al reconocer su caída.

Fue el día en que la Luna Roja alumbró nocturnamente el puente de Hendaya. Y ese día también hizo el doble juramento.

Uno de ellos ya está establecido, el otro vive aún dentro del Ángel, esperando brotar.

¿Y cómo se llama ese Ángel ? – pregunta nuevamente mi curioso amigo, sorprendido por la historia que ha escuchado.

Tiene muchos nombres, tantos que no los conozco todos. Pero recuerdo uno de ellos: Arpron

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