martes, 22 de abril de 2008

Mirada indiscreta


Un día, Yoshua dibujaba señales que los ojos jamás han visto. Pero se detuvo y levantó la voz diciendo “Que tire la primera piedra quien nunca ha pecado”.
Y todos nos fuimos…

Ambos estaban juntos. Y la curiosidad flotaba en el ambiente.
El tenía sus manos en la cintura de ella y le arrancaba besos furtivos a cada instante.
Ella lo miraba sorprendida como una quinceañera y agradecía a la Vida ese momento interminable.
El, parado en el peldaño de las escaleras del frontis de la casa colonial, en plena avenida central de la ciudad, era ajeno a cualquier comentario y mirada curiosa. Sus impulsos románticos y carnales eran mayores que cualquier consideración social.
La ropa deportiva celeste, jean y camiseta resaltaba su joven figura treintañera, sus músculos y los cabellos ondulados.
Ella con una vestimenta arrugada y gastada, hacía compañía a su delgada figura coronada con su cabello cano.
Ella tenía 55 años, él 37 años. Ella una vieja prostituta del centro de la ciudad, él un asiduo parroquiano amante geriátrico. Ella sin vivienda propia, movilizándose de aquí para allá en la gran ciudad, él sin paradero conocido.

¿Amor furtivo, amor interesado, amor de qué tipo?

La Vida es simbólica. Para unos existe de la manera convencional, para muchos la Vida es contradictoria y para otros no existe como tal sino es creada por sus propias emociones.

Somos testigos de Vida, somos testigos de instantes, pero no somos jueces de nada.
Solamente no somos nada.

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