La caída había sido estrepitosa con un sonido lastimero, pero luego la sonrisa se dibujó en mi rostro al saber lo que había logrado.
He entendido que muchas veces suceden cosas inesperadas no sólo para enseñarnos sino también para poder reírnos de nuestras limitaciones y creencias.
El espejo estaba roto en muchos pedazos, pero ni mis manos ni el rostro mostraban alguna señal de cortaduras. ¡ Que suerte tuve¡¡¡
Corrí para contestar rápidamente el teléfono que timbraba, y en ese momento ocurrió que tropecé y caí aparatosamente chocando con el pequeño espejo del Centenario de Mickey Mouse.
Me sorprendió mucho la caída, pero más fue ver primero tu sonrisa sarcástica, y que luego se convirtió en reproche al ver que tu regalo de Disney World se había esfumado.
Y había logrado algo que mucho tiempo esperé. Un gesto, un movimiento tuyo, un “clic” a la vida.
Sonreí con el corazón, con la mirada, con mi rostro pálido. Por fin, luego de muchos meses, semanas, minutos, casi 2,600 días después de esa fatídica tarde volvías a expresarte y entender lo que ocurría a tu alrededor.
Nuevamente estabas Viva, pequeña Gabriela.
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