Es la inspiración de la tristeza del momento.
Mirar la luna llena sobre esta ciudad acogedora, trae al presente los recuerdos que el Alma guarda en su memoria.
Y recuerdos tristes afloran nuevamente al contemplar el disco lunar en todo su esplendor. Nubes trazan siluetas en su contorno blanquecino y la memoria viaja a años pasados, a miles de kilómetros de distancia, hacia el lugar donde una primera promesa se forjó.
Si esa promesa inicial, que fue creciendo como una rama en otoño, desnuda y frágil con la esperanza de sobrevivir a las calamidades futuras del invierno humano. Si esa promesa forjada en el crisol donde se fundían todas las lecciones de vida existidas, vivenciadas, visibilizadas.
Alegrías, penas, risas y lágrimas, todas ellas juntas para servir como molde para una vida nueva como esperanza a lograr por la promesa inicial.
Al borde de un río silente, la promesa primigenia fue la de trozar la vida, en lograr separar independientemente los hábitos que impedían no sólo vivir sino también dar vida. Qizás algo muy sencillo para el común de las personas pero inalcanzable para un empedernido caminante solitario y narcisista.
Pero la vida enseña. Enseña que hasta las mejores intenciones pueden convertirse en pesadas cargas humanas. Esa promesa inicial fue superada por la vorágine egoísta, cretina y fantasmal del amor inverso.
Hoy como en ese ayer del afrontamiento de la verdad insegura, la tristeza recorre mi Alma. Mi depositario emocional siente que el pasado es una carga muy pesada, que no sólo lastima el recuerdo sino que como una herida andante su reguero luctuosa mancha a quienes rodean.
La tristeza embarga. El camino esta claro ahora, pero las huellas del ayer son frescas antes de hundirse en la vida diaria.
Lástima. La primera promesa desapareció para siempre. El dolor de la vergüenza permanece para siempre
Mirar la luna llena sobre esta ciudad acogedora, trae al presente los recuerdos que el Alma guarda en su memoria.
Y recuerdos tristes afloran nuevamente al contemplar el disco lunar en todo su esplendor. Nubes trazan siluetas en su contorno blanquecino y la memoria viaja a años pasados, a miles de kilómetros de distancia, hacia el lugar donde una primera promesa se forjó.
Si esa promesa inicial, que fue creciendo como una rama en otoño, desnuda y frágil con la esperanza de sobrevivir a las calamidades futuras del invierno humano. Si esa promesa forjada en el crisol donde se fundían todas las lecciones de vida existidas, vivenciadas, visibilizadas.
Alegrías, penas, risas y lágrimas, todas ellas juntas para servir como molde para una vida nueva como esperanza a lograr por la promesa inicial.
Al borde de un río silente, la promesa primigenia fue la de trozar la vida, en lograr separar independientemente los hábitos que impedían no sólo vivir sino también dar vida. Qizás algo muy sencillo para el común de las personas pero inalcanzable para un empedernido caminante solitario y narcisista.
Pero la vida enseña. Enseña que hasta las mejores intenciones pueden convertirse en pesadas cargas humanas. Esa promesa inicial fue superada por la vorágine egoísta, cretina y fantasmal del amor inverso.
Hoy como en ese ayer del afrontamiento de la verdad insegura, la tristeza recorre mi Alma. Mi depositario emocional siente que el pasado es una carga muy pesada, que no sólo lastima el recuerdo sino que como una herida andante su reguero luctuosa mancha a quienes rodean.
La tristeza embarga. El camino esta claro ahora, pero las huellas del ayer son frescas antes de hundirse en la vida diaria.
Lástima. La primera promesa desapareció para siempre. El dolor de la vergüenza permanece para siempre
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