lunes, 18 de agosto de 2008

LA SOMBRA DEL MIEDO


La noche brillaba con luces estelares en forma distinta que las noches pasadas.
Junto al brillo nocturno, gotas de lluvia como lágrimas de tristeza también caían sobre el camino de trocha.

Estoy pegado a la ventana de la camioneta 4x4, y siento que las sombras emergen como reflejo de la claridad nocturna. Sé que ellas son el presagio que evito pero soy incapaz de contenerlas.

La sombra del miedo viene desde mis recuerdos hacia mis manos y empiezan a mojarse. Siento que el tic nervioso impulsa los latidos de mi pupila izquierda, y nuevamente los recuerdos de mi Alma entristecen estos momentos de viaje.

A mi lado, descansa plácidamente mi amigo Ratín, ajeno a mis temores, a mis penas, a mis tristezas del corazón. Quiero sentir que sonrío, pero sé que sólo mi rostro debe mostrar un rictus de miedo y confusión en estos instantes.

Nuevamente trato de mirar a las sombras y mi mente me dice que no hay nada que temer, que lo sucedido hace muchos años fue algo raro pero explicable por las condiciones climáticas o porque la mente en determinados momentos nos juega malas pasadas. Trato de creer en ello, ahora que mis manos están empapadas al notar que las sombras saltan y recorren el camino junto a mi ventana. Pero sigo sintiendo ese miedo, sigo sin entender cuando una sombra acaba, cuando desaparece realmente.

Mi mente vuelve años atrás, y creo ver en la curva del camino la claridad en la montaña, como en esa noche cuando el miedo adopto la forma de sombras, sombras que aun recorren mi existencia en noches solitarias, en noches de viajes, en noches como esta, en noches en donde siento que no puedo retornar en el camino sino a seguir un sendero que debo afrontar.

Mi querido Ratín despierta, ahora las sombras seguirán en el camino pero yo ya no las veré.

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