Eres un Viejo – la frase retumbo tan fuerte, como la expresión de sus ojos.
No se podía negar lo evidente. Los años de diferencia marcaban distancia, pero más se sentía en los sentimientos que ahora él albergaba.
La amistad de años se había quebrado en un instante como si fuera un pétalo de cristal. Claro había varios factores que se habían juntado. El despido del trabajo, el haber perdido el amor de su vida y ante todo la crisis de confianza ante el dilema de tener que abandonar la vivienda que lo había acogido durante 6 años.
Pero la palabra como piedra lanzada ya no tenía retorno. Con el filo de espada la palabra taladraba su mente y también el corazón.
Más allá de la tristeza, la nube que ahora navegaba en el horizonte humano era la incredulidad de haber creído en alguien y darse cuenta que lo efímero era lo verdadero, reemplazando los lazos de carne que entre ambos habían crecido.
Pero la vida es así. Un día cuentas con alguien y en el otro ya no existe la confianza y la posibilidad de saber que cuentas con la persona.
Su corazón alberga una frase que el hombre de Zaratustra dijo un día: “Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti”.
Y al igual que la lluvia cayendo en la ciudad, una lágrima se deslizo lentamente.
No se podía negar lo evidente. Los años de diferencia marcaban distancia, pero más se sentía en los sentimientos que ahora él albergaba.
La amistad de años se había quebrado en un instante como si fuera un pétalo de cristal. Claro había varios factores que se habían juntado. El despido del trabajo, el haber perdido el amor de su vida y ante todo la crisis de confianza ante el dilema de tener que abandonar la vivienda que lo había acogido durante 6 años.
Pero la palabra como piedra lanzada ya no tenía retorno. Con el filo de espada la palabra taladraba su mente y también el corazón.
Más allá de la tristeza, la nube que ahora navegaba en el horizonte humano era la incredulidad de haber creído en alguien y darse cuenta que lo efímero era lo verdadero, reemplazando los lazos de carne que entre ambos habían crecido.
Pero la vida es así. Un día cuentas con alguien y en el otro ya no existe la confianza y la posibilidad de saber que cuentas con la persona.
Su corazón alberga una frase que el hombre de Zaratustra dijo un día: “Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti”.
Y al igual que la lluvia cayendo en la ciudad, una lágrima se deslizo lentamente.